domingo, 2 de noviembre de 2008

Belleza en la roca




En Baja California Sur se encuentran varias cuevas en las que existe este tipo de pintura en las Sierras de San Francisco, Guadalupe, San Juan y San Borja.

Gracias al texto Historia Natural y Crónica de la Antigua California del historiador Miguel del Barco (UNAM, 1988), se sabe que José Mariano Rothea, misionero en San Ignacio de 1759 a 1768, conocía algunos de los grandes murales rupestres. Este es el dato más antiguo que se posee sobre el conocimiento de las pinturas.

La pintura mural paleolítica sobre cuevas, en las que se representan motivos como seres humanos y animales entre otros, puede ser encontrada en cada uno de los continentes de la Tierra. Aparentemente todos los grupos humanos al pasar por la fase de cazadores recolectores crearon este tipo de trabajo plástico duradero en el que expresan la especial relación que tenían con las criaturas de su entorno y con sus deidades. La pintura rupestre de Baja California Sur es parte de esta tradición. Hay mucho en ella, como son los motivos, materiales y locaciones, que tiene un parecido con trabajos realizados a miles de kilómetros de distancia y a miles de años de diferencia, por ejemplo las pinturas de Altamira en España y Lascaux en Francia.

Se sabe poco sobre los grupos humanos que pintaron estos murales en Baja California Sur, pero toda la evidencia indica que estos pintores formaban parte de distintos grupos establecidos en pequeños territorios. Aún así todas las obras tienen el mismo estilo. El hecho de que todos hayan respetado un mismo estilo nos deja ver que no deseaban representar a su grupo en especial, sino algo que los distintos grupos tenían en común. Es difícil imaginar una fuerza unificadora mayor que la religión, por lo que se cree que estas obras responden a necesidades religiosas.

Aún cuando se parecen al arte rupestre de Europa y África estas pinturas de Baja California Sur poseen un estilo propio.

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